sábado, 2 de julio de 2011

Todos fueron Jack: Las cartas falsas del destripador

Una de las consideradas auténticas

Probablemente no hubiese podido escribir este post sin la inestimable colaboración de Scotland Yard, en su investigación de los crímenes de Jack el destripador. Y digo esto porque, lejos de ser concienzuda y discreta, dicha investigación estuvo plagada de errores irreversibles para la resolución del caso. Uno de los más calamitosos fue el de dar a conocer a la prensa de la época, ávida de noticias sensacionalistas para vender periódicos, las que se consideraron -y se sigue haciendo- autenticas misivas del asesino. Se consideran como factibles de haber sido escritas por el tal Jack varias cartas; las que comenzaban con el encabezamiento “Dear boss”(Querido jefe), y la famosa de “From Hell” (Desde el infierno). Dichas cartas fueron enviadas por la policía a las oficinas de los numerosos periódicos de Londres, que, en mitad de la locura criminal que asoló la ciudad durante los meses de septiembre y noviembre de 1888, encontraron un filón inexcusable para hacer caja. Es obvio que la intención de Scotland Yard, publicitando todas aquellas (supuestas) pruebas que encontraban en su camino, fuera la de atrapar al monstruo que aterrorizó a una sociedad, ya de por sí maltratada por la vida, como la del barrio de Whitechapel, pero también resulta evidente que fue una medida del todo fallida, si se tienen en cuenta las consecuencias (como todos sabréis, Jack el destripador quedó impune).
La reacción a la publicación de las primeras cartas de Jack no se hizo esperar; hasta muchos años después del cese de los crímenes se recibieron hasta un millar de cartas. Llegaron como riadas a la agencia internacional de noticias, a las comisarias de la policía metropolitana y a las sedes de los periódicos; se dejaron también en cualquier esquina de las intrincadas calles de Whitechapel o pegadas en muros. La mayoría eran de simples bromistas; otras de desequilibrados que aliviaban sus fantasías sintiéndose un famoso asesino por un día y las más, simplemente de traviesos ciudadanos que querían llamar la atención o ver sus escritos en las gacetas y los diarios.
En los archivos municipales de Londres aún se conservan 250 de aquellas misivas; muchas eran de caligrafía irreconocible y otras de una escritura exquisita; las había escritas con tinta roja y algunas con tinta negra; la ortografía de unas era corriente, otras delataban un bajo nivel social y cultural por su abundancia de faltas y las menos procuraban una ortografía digna de alguien con estudios. Los textos diferían unos de otros; había escritos burlones, sarcásticos y hasta de tintes sádicos, que no hacían otra cosa que satisfacer instintos reprimidos propios de la época. Había cartas con dibujos como ataúdes, cruces o esqueletos, y también las había con supuestos retratos de Jack.
No obstante, hubo cartas que no declaraban ser el asesino, sino que, escondiendo una venganza personal, simulaban ayudar a la policía en el esclarecimiento de los sucesos acusando al vecino con el que había tenido una riña o el amante que le había abandonado.
Los detectives de Scotland Yard siguieron la pista de algunas cartas, llegando a dar con su autor; en ocasiones, gracias a chivatazos proporcionados incluso por familiares.
Curioso fue el caso de Mary Coroner, de veintiún años y empleada en una fabrica de capas, que fue detenida y llevada a los tribunales bajo la acusación de alteración del orden público en Bradford. Las pesquisas policiales dieron con su domicilio, en el cual se encontraron dos copias de las misivas que la joven había enviado a un periódico local bajo el nombre de “Jack el destripador”. Al preguntarsele por tal comportamiento, la señorita Coroner confesó que “lo había hecho de broma”.







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